En la actualidad recibimos tal cantidad de información que resulta muy complicado entender, ¿qué es útil?, ¿qué es verdadero?, cada día nos enfrentamos a las llamadas “fake news”, y es francamente difícil discriminar lo verdadero de lo falso; lo verosímil, de aquello que, aunque haya pasado, es francamente remoto. Las modas van y vienen; los especialistas opinan en favor y en contra de lo mismo; estamos, por así decirlo, “enterrados en una montaña de información”.
La educación de los niños no escapa a esta realidad, pero pareciera que hay algunas conclusiones sólidas. Los padres, conforme a la opinión de la mayoría de las escuelas de psicología, son un elemento fundamental en el desarrollo de la personalidad de los menores. Claramente, los requisitos de la paternidad van más allá de satisfacer las necesidades primarias de los menores (alimento, vivienda, educación, etcétera); los padres, a través de nuestras interacciones establecemos las bases del “self” (el concepto que una persona tendrá de si mismo). De su constitución dependerán elementos como: autoestima, conciencia, autoimagen, autoconcepto, autodeterminación, y mucho más, según la escuela de la que se trate.
La APA (American Psychological Association) distingue cuatro tipos de crianzas primarias:[1]
Padres Autoritarios: son inflexibles, exigentes y severos. Tienen muchas reglas. Exigen obediencia a toda costa. Están a favor del castigo como forma de controlar el comportamiento de sus hijos.
Padres con Autoridad: son cariñosos y ofrecen su apoyo al niño, al tiempo que establecen límites firmes. Controlar el comportamiento de sus hijos a través de reglas, diálogo y razonamientos. Escuchan la opinión de sus hijos, incluso cuando no están de acuerdo con ellos.
Padres Permisivos: son cariñosos, pero relajados en exceso, no establecen límites firmes. No “están al pendiente” de las actividades de sus hijos, ni les exigen un comportamiento adecuado a las situaciones.
Padres Pasivos: son indiferentes, poco accesibles y tienden al rechazo; y a veces pueden estar “ausentes”, aun cuando viven con el menor.
Así descritos los distintos tipos de paternidad, parece evidente que, en tanto más nos aproximemos al estilo Padres con Autoridad, mejores serán las perspectivas de nuestros niños. Por otra parte, en la línea de intentar llegar a este estilo de educación, las modas y los consejos de “expertos”, han llevado a que algunos padres adopten la idea de que “pueden/deben ser amigos de sus hijos”. Nada más lejano de lo que, para mí, requiere una buena crianza. Lo que ellos necesitan de nosotros, en tanto no hayan salido de la adolescencia, es que seamos sus padres: modelos de comportamiento; fuente de amor y aceptación incondicional; estímulo para el desarrollo de su personalidad y habilidades; transmisores de valores y tradiciones; proveedores de seguridad física y emocional; y un largo etcétera. Con esto me parece que tenemos suficiente tarea, dejemos, pues, que los hijos busquen a sus amigos entre sus pares. Me parece que podemos renunciar a muchas cosas en la vida de nuestros hijos, excepto a jugar el rol principal, y que nos otorga sentido como tales, ser sus padres.
Más adelante, si la vida es generosa, y nos permite alcanzar a conocer a nuestros hijos en una edad avanzada, entonces habrá llegado al momento de, seguir siendo sus padres, y aspirar a poder convertirnos también en sus amigos.
[1]https://www.apa.org/act/resources/espanol/crianza