Pensando en las familias que enfrentan algunos problemas de convivencia, me vino a la mente el título de la, para mí, muy bella y memorable novela de Alejandro Dumas, “Los Tres Mosqueteros”. La leí en mi adolescencia temprana, y aún recuerdo el famoso lema: “Uno para todos, y todos para uno”. A estas alturas seguramente se preguntarán, ¿y qué tienen que ver los mentados mosqueteros con las familias que experimentan problemas? Bueno, resulta que, en ocasiones, lo que pasa en una familia no sólo tiene que ver con uno de sus miembros -que es identificado como el problemático, latoso, indolente, mal estudiante… qué sé yo- sino con lo que hace -o deja de hacer- cada uno de los miembros de la familia. Es como si se tratara de estas fichas de dominó, que formadas en fila, cuando la primera cae, tira a la segunda, y ésta a su vez, golpea a la tercera, que también cae, y así sucesivamente, hasta alcanzar la última ficha. Tenemos entonces una secuencia de eventos, bastante predecible, en la que, por ejemplo, cuando Juan “molesta” a Pedro, grita: “Mamá, Juan me está molestando otra vez”; entonces María -la mamá-, llama, a gritos, la atención a Juan; lo que a su vez molesta a Ramón -el padre-, quien sale de su ensimismamiento televisivo, y gruñe a toda la familia: “¡Aquí nunca se puede estar tranquilo!; ¡me voy al bar, a ver en paz mi partido de futbol!” Luego de esto la familia estará tensa, y ¡adiós al fin de semana! Y todo por culpa de Juan, que no puede dejar de molestar a su hermano menor.
¿Será cierto que Juan inició el incidente?, ¿podría haber ocurrido algo antes de que Juan molestara a Pedro? -que no necesariamente tiene que ser una acción directa de Pedro-, el hecho es que, la fila del dominó, ha seguido “su curso normal”, y la familia identifica a Juan como el origen del problema. Decía alguien: “Es muy difícil ver una pintura, cuando uno es parte de ella”. ¡Por supuesto!, se requiere de una distancia emocional, entrenamiento específico, y una perspectiva diferente, para entender qué está pasando; y como interviene cada uno de los miembros de la familia. En muchas ocasiones, la solución es que cada uno cobre consciencia de qué está haciendo, de cómo esto afecta al resto de los miembros de la familia; pero sobre todo, entender qué le está pasando a cada uno, y cómo se sienten. Es aquí donde un experto en terapia familiar puede auxiliar a la familia, ayudarles a compartir información y estrategias, que les permitan mejorar sus formas de interacción; posibilitándoles alcanzar un estado de mayor armonía.
En resumen, la terapia familiar, puede ser la puerta a una nueva dimensión de convivencia; que ayude que todos los integrantes de la familia -y tomemos en cuenta que existe una diversidad de tipo y estilos de familias- estén mejor; es decir, llegar al famoso lema de los mosqueteros: “Uno para todos, y todos para uno”.